miércoles, 7 de marzo de 2012

Pensamiento de Moco

El mal que se pega

En esta oportunidad, decidí explicar un concepto que deriva del pañuelo en el que algunos creen vivir. El moco al que me refiero es muy poderoso y opera en nuestra sociedad en todos los niveles. Me he propuesto combatirlo y para poder hacerlo bien tengo que aclarar algunos términos. 

Para mí el pañuelo es parte de ese imaginario colectivo, y tan contradictorio, que existe entre nosotros los uruguayos. Me molesta el constante intento por definirnos como pueblo, apelando a rasgos aislados de las costumbres que conforman nuestra identidad. Lo veo en la publicidad, lo escucho en la calle, lo siento en las críticas, lo aborrezco en las campañas políticas. Intentar definirnos a través de esas pequeñeces no nos hace más unidos ni más grandes. Yo estoy convencida, por ejemplo, que es una reverenda pérdida de tiempo intentar ponerse de acuerdo en que si el uruguayo es honesto y trabajador o es ese que evita el hábito de trabajo a través de la viveza criolla.

El país de viejos también es un clásico. Yo sé que es un hecho demográfico que tenemos una sociedad envejecida y que es preocupante para la economía y para el desarrollo, eso no lo ignoro. Sin embargo, se genera una idea de estancamiento, de poca oportunidad que anula el movimiento. Se repite que acá te cortan las alas, que no se puede hacer nada. Si hay algo bueno de ser pocos es justamente lo contrario: acá no está todo inventado. Quizás en otros lados es más difícil innovar o destacarse. Sé que tenemos un mercado reducido y eso a la hora de transformar un proyecto en algo redituable es una tranca, pero lo primero que hay que hacer es cambiar la cabeza, valorarnos más.
Dibujo por el Gusano

Hace una semana iba sentado en el ómnibus un hombre que no tendría más de 30 años. Ése sí que era un moco, ahí pegado en el asiento. Se había subido una chica con un parlante en el que iban enchufados un reproductor y un micrófono. El bondi iba repleto de gente, venía del Centro a las 8 de la noche. Ella se acomodó en el medio del pasillo sin molestar a nadie y se presentó con respeto, dijo que iba a cantar un reggae, para "levantar un poco las buenas vibraciones" o algo por el estilo. Ni siquiera había empezado a cantar que este tipo, sentado atrás mío en diagonal, ya había empezado a refunfuñar. 

No pude interpretar bien qué decía pero seguro no fue agradable. Era de esos individuos que les gusta quejarse en voz alta para ver si alguien se suma. La canción, que por lo que entendí era de su autoría, era  un reggae rapeado que hablaba sobre una revolución de conciencia y sobre cultivar el amor, entre otras cosas. Tenía buena voz, no desentonó ni se pasó con el volumen. A mí particularmente no me molestó y se ve que al resto tampoco, ya que se fue con las manos cargadas de monedas. Pero al señor este cada vez le irritaba más la situación y cuando terminó de cantar exclamó: "¡Qué payasa!" con tremenda cara  desagradable.

El moco no respeta ni reconoce la diversidad. Entiendo que el hombre no estuviera de humor para escucharse un tema, es más, entiendo que no le guste esa onda o que no comparta lo que ella estaba diciendo. Aunque creo que gritarle payasa no tiene nada que ver con eso. Yo no pretendo que un tipo verde y pegajoso valore el coraje que se debe tener para subir al ómnibus y ponerse a cantar ante tal muchedumbre. Menos que razone que de última está haciendo algo distinto, que además de hacer unos mangos está cantando sobre algo en lo que cree, dando un mensaje. Pero no, porque hablar del alma o de que la sociedad está enferma son payasadas. Por suerte no somos todos mocos.


Banda sonora del combate: